El dolor provocado por haber entregado a nuestros hijos hace que nos encerremos en sí mismos; creyendo de alguna manera que somos los únicos que sufrimos y que nadie más sufre como nosotros.
Resulta que esto no es verdad todos sufren a nuestros alrededor su partida de forma muy distintas pero lo hacen. Para percibir esto necesito abrirme: abrir mi corazón y mi mente, estar atento a las señales que la vida me envía y mi vida se enriquece de una manera que jamás hubiera imaginado.
Y los seres que pueden surgir de una experiencia límite como la experiencia de perder un hijo, los seres que podemos surgir de esa experiencia son seres absolutamente más compasivos, generosos, más fuertes, quizás más sabios que los que alguna vez pensamos que podemos ser y la vida necesita, seres compasivos.
¿Y cómo se hacen los seres compasivos? A través de un sufrimiento vivido con dignidad y de un sufrimiento que nos ha enseñado una elección tan poderosa de humildad y de amor.
“Comprendemos nuestra vida mirando hacia atrás pero solo podemos vivirla mirando hacia adelante”. Kierkegaard
Así que la pregunta que nos tenemos que hacer es ¿qué queremos hacer, comprender la vida, o vivirla? Si queremos vivir la vida tenemos que seguir camino hacia adelante.
Tomado de Renacer, 2015
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