El tema de este blog nació tras una mañana en la que la nostalgia, la tristeza pero sobre todo el reconocimiento de cuánto amo a quienes han permanecido a mi lado y con los que me reencontré durante estos casi 6 años de elaborar mi Duelo. Y tras una conversación breve con esas mujeres a las que llamó mis compañeras del dolor.
Para algunos dependiendo de la etapa en la que se encuentren en este camino que los profesionales de a salud llama Duelo no podrán vislumbrar ni siquiera apartarse del desgarrador sufrimiento que están atravesando justo ahora en sus vidas. Lo entiendo por completo, el tiempo y todo alrededor parece haberse detenido; nuestro mundo interior se esfuerza por reajustarse rápidamente pero requiere de mucha paciencia y sinceridad (¡créanme que en dosis grandes!)...así que este posts parecerá imposible y muy lejos de tu realidad pero no es así.
Cuando recién mi primera hija partió junto al Señor una habitación en la casa de mis padres se convirtió en mi refugio donde me aparte por completo y comencé a construir un muro muy grande a través del cual podía apartar mi dolor única y exclusivamente para mí. Estaba enojada conmigo, con el mundo, con Dios...un año después en el 2012 se me presento la oportunidad de trabajar en un centro infantil.
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Al inicio ni paso por mi mente para ser sincera que habrían días difíciles en los que el continuo convivió con esos pequeños niños me llenaría el corazón y otros tantos momentos en los que los cuestionamientos saltarían de uno a otro sin respuesta que satisfaciera mi corazón pero al finalizar el día estaba segura que todo el amor contenido en mí lo había entregado a esos niños que carecían de muchas cosas en su vida. Hoy sé que sembré en sus corazones cosas buenas e inimaginables que con el tiempo florecerán y que por siempre seré recordada por como los hice sentir. En muchos de esos rostros sentí a mi hija y en unos pocos logre identificarme tanto que el cariño que surgía era casi inexplicable; esas conexiones jamas las olvidaré. Atesoro cada unas de las experiencias que viví en esos centros que fueron mi ancla a tierra en los momentos que sentí no lograr permanecer a flote por mucho tiempo más. Y fue de esa forma y con el paso del tiempo que desde aquel momento hasta el día de hoy mi dolor por la partida inexplicable de mi hija fue disipándose sin darme cuenta con los niños a quienes impartí lecciones, corregí, vestí, enseñe, los peine, etc. los convertí por un periodo del día en esa niña que no logre abrazar por el resto de mi vida, a esa que no la vi pelear ni sonreír mucho menos jugar. Así fue como hasta el día hoy en medio de lágrimas me di cuenta que el sufrimiento que ahogaba mi pecho no se sentía como antes.
La forma en la que disipe mi dolor fue personal e única como lo será la tuya pero necesaria.
Necesitas buscar formas en las que homenajees la memoria de tu ser querido y de esta forma poder transformar el dolor en amor y más amor.
Mamá de Abigail